Irene no suele perderse ninguna oportunidad para salir, ver y conocer más allá de lo que le rodea. Mallorca, Bilbao y Santander son algunos de los destinos que han dejado maravillada a esta mujer y con ganas de recorrer el mundo entero. Con 46 años, Irene vive una vida de plena felicidad en la que se siente querida en cada sitio al que va.
Cada día, Irene se despierta y prepara el desayuno para ella y las compañeras con las que comparte piso. Le encanta pasar tiempo con ellas, planear salidas e incluso organizar noches de cena, películas y diversión. Con el paso del tiempo, se dio cuenta de que su vocación estaba en apoyar a los demás, tanto, que se reunió con los encargados y puso en marcha su meta: ser voluntaria en la Cruz Roja: “Mi sueño es poder cuidar a personas que lo necesitan, como las personas mayores”, comenta Irene. Y así fue, hoy en día, y desde hace años, forma parte del programa de teleasistencia de Cruz Roja. Irene es una mujer trabajadora que lucha por sus sueños y por los de los demás.
Como voluntaria, tiene la función de apoyar a las personas mayores, controlar que estén bien tanto física como psicológicamente, y que el pulsador de teleasistencia en casa funciona correctamente. Toda una responsabilidad que, junto a los demás hombres y mujeres que realizan su mismo voluntariado, se les devuelve en forma de agradecimiento y satisfacción personal. Irene quiso ir más allá, y su vocación es tal que ha realizado un curso de primeros auxilios para poder tener mayores conocimientos y no quedarse atrás en el apoyo que ofrece. “Me dan miedo los animales, sobre todo los perros”, comenta Irene, pero aún así, se arma de valentía y colabora, también como voluntaria, en la protectora de animales. “Soy muy feliz y me encanta apoyar a los demás”.
La vida de Irene, como la de muchos, es muy ajetreada, pero tiene tiempo para todo. En su tiempo libre le encanta salir con sus amigos y compañeros de voluntariado, disfrutar del paisaje de La Orotava -dónde reside-, viajar y, sobre todo, le encanta pasar tiempo con su pareja, con la que actualmente lleva 11 meses de relación sentimental, y con la cual le encanta soñar con sus planes de futuro en los que podrá vivir con él.
Cada año, cuando llega el 8 de marzo, se pueden ver cientos de acciones recordando a la sociedad el camino que las mujeres han tenido que transitar en la lucha por la igualdad, así como el que queda por recorrer. Un camino que es más largo para las mujeres con discapacidad, como Irene.
El testimonio de esta mujer de 46 años con discapacidad intelectual nos permite promover el conocimiento de sus valores, capacidades, necesidades y objetivos. Las mujeres con discapacidad, como cualquier otra, a veces tienen sentimientos y emociones muy complejas, con respecto a las oportunidades que tiene para ellas el mundo laboral, pero contando con la información y apoyo necesarios se pueden desarrollar como trabajadoras responsables, al igual que lo hacen como hijas, hermanas o madres. Irene vive en una de las viviendas gestionadas por la entidad Probosco, el centro de atención terapéutica para personas con discapacidad intelectual, donde gracias a todos los profesionales que ponen su granito de arena, así como con el esfuerzo y las ganas de participar en todo que tiene Irene, mujeres como ella pueden desarrollarse plenamente y cumplir todos y cada uno de sus sueños.
Con motivo de la efeméride del 8 de marzo, día de la mujer trabajadora, queremos felicitar y agradecer a todas las mujeres que en sus distintos roles: voluntarias, alumnas, profesionales, madres, etc. aportan con su buen hacer perspectiva, riqueza y sabiduría, entre otros valores, que nos permiten seguir el camino que nos queda por delante e ir abriendo puertas paso a paso.